lunes, 30 de abril de 2012

Entrevista con Miguel Ángel Silvestre y Eduard Cortés: "Estoy muy contento de haber hecho una película optmista, que transmite una ingenuidad feliz".


A pocos días del estreno de The Pelayos (la película estrenada el día 27 sobre cómo Gonzalo García Pelayo y su familia ganaron más de 200 millones de pesetas en los noventa jugando a la ruleta con el uso de la estadística y las matemáticas) y tras la cálida acogida que la cinta tuvo en el pasado Festival de Málaga, hablamos con el director la película, Eduard Cortés, y con uno de sus protagonistas, Miguel Ángel Silvestre, que sorprende con un cambio de registro que lo convierte en uno de los principales alicientes del film.
Es la última entrevista de la maratoniana jornada de promoción que ha tenido lugar en una discoteca del centro de Madrid que acogerá la fiesta posterior al preestreno de la película esa misma noche. El local se encuentra, a tal efecto, decorado como si de un casino se tratase: gigantescas cartas de póker, efigies con el símbolo del dólar, mesas con tapetes verdes, fichas, ruletas rusas…
A pesar del cansancio lógico, tanto el director como el intérprete se muestran encantadores con la prensa y muy entusiastas con su proyecto, intercambiando elogios mutuos. La entrevista se convirtió en una conversación informal en la que Silvestre no dejó de juguetear con unas fichas de juego, mostrando en los movimientos de sus dedos una destreza quizá aprendida durante el rodaje de la película. 

 Culturamas: Eduard, en una entrevista reciente con Culturamas pudimos saber que, en el rodaje de The Pelayos, llamabas a Daniel Brühl “Marcello” porque decías que su forma de actuar te recordaba a Mastroianni. ¿Quién sería Miguel Ángel Silvestre, con qué actor lo compararías? Y Miguel Ángel, ¿quién sería Eduard Cortés?
Eduard Cortés: ¡Menuda pregunta! Bueno, si Daniel es Mastroianni, ¡Miguel Ángel sería Vittorio Gassman! Yo creo que él, que es un actor visceral, está en la onda de los intérpretes del Actor’s Studio, que se involucran a fondo con sus personajes y los viven: De Niro, Pacino… Ese tipo de actor intuitivo, visceral.
Miguel Ángel Silvestre: ¡Qué piropazo! Yo pienso que él está en la misma línea que estos actores. Eduard es un director que confía en los actores, que busca que éstos le sorprendan. Scorsese trabaja así: construye el guión con los actores. Lo que a mí me gustaba del guión es que los personajes de esta película no son típicos, y en los ensayos los actores reescribimos parte de nuestros diálogos, crear, con ayuda de Eduard. Es un director que se mete él mismo en el barro con los actores, como Scorsese, Casavettes, Godard…
Eduard Cortés: Ver cómo se retroalimentaban los actores era maravilloso. Y cómo aportaban cosas a sus personajes. Miguel Ángel siempre traía muchas ideas para Fredy, su personaje. Algunas las incluí y otras no, pero, por ejemplo, que su personaje hiciera kung-fu fue idea suya.
Miguel Ángel Silvestre: Eduard es un director con ilusión. Desde los ensayos fue siempre un director generoso, que dejaba proponer a los actores y escuchar sus propuestas. Creó un clima único en el rodaje; nunca me he sentido tan cuidado, tan protegido por un director.  Aportaba una generosidad, una tranquilidad que da saber que un director da la posibilidad a los actores de jugar a la contra… Me muero de ganas de volver a trabajar con él y ojalá me dirija de nuevo.

Director e intérprete se abrazan entre risas.

Eduard Cortés: ¡A enjabonarnos mutuamente somos únicos!
Culturamas: Miguel Ángel, Eduard también comentó en la entrevista que, aunque tú hubieras terminado tu parte, te quedabas más tiempo en el rodaje para ver las escenas de Lluís Homar y Eduard Fernández. ¿Qué aprendiste de ellos?
Miguel Ángel Silvestre: Eduard Fernández es un actor impresionante, se transformaba completamente antes de entrar en escena. Yo lo admiro mucho, y lo observaba atentamente segundos antes de meterse en su personaje y era increíble. Vivías la magia. Y esos duelos con Lluís, que es otro actor muy de tierra, son de lo mejor de la película en mi opinión. Y me han dicho que Eduard Fernández interpretó de joven a Roberto Zucco y que debió de ser impresionante…
Eduard Cortés: Yo vi esa obra.
Miguel Ángel Silvestre: Tú lo podrás contar mejor entonces.
Eduard Cortés: Lo recuerdo mucho. Fue hace años, en Montjuïc, con dirección de Lluís Pasqual y fue algo espectacular, espectacular.
Culturamas: Uno de los hallazgos de la película es la pareja cómica que formáis Oriol Vila y tú, Miguel Ángel.
Miguel Ángel Silvestre: Oriol fue muy generoso. Me fui a Barcelona a vivir unos días antes de que empezara el rodaje, y para estar con él y crear esa relación que tienen nuestros personajes. Desayunábamos juntos y hablábamos mucho de parejas cómicas que nos gustaban: Jack Lemmon y Walter Mathau, el Gordo y el Flaco… Queríamos crear dos polos opuestos que se atraen cuando están juntos, como un muelle que se estira hacia lados contrarios pero que hubiera una fuerza tirase de ellos hacia el otro.  Nos lo pasamos muy bien. Un día, en peluquería, le vi con ese tupé y esa laca y esas gafas que lleva su personaje y pensé que iba a ser muy difícil hacer la película por lo mucho que nos íbamos a reír a la hora de rodar.


Culturamas: Miguel Ángel, esta película ha supuesto un cambio de registro en tu trayectoria, es un personaje cómico y tú estabas acostumbrado a interpretar papeles más dramáticos. ¿Cómo lo construiste?
Miguel Ángel Silvestre: Una de las cosas que los actores del equipo utilizamos apra crear nuestros personajes era pensar en qué se gastaría cada uno de ellos el dinero. Era muy gracioso. Yo tenía claro que el mío, Fredy, que es así un poco macarrilla, se lo gastaría en cosas de los chinos y en trajes imposibles que para él fueran lo más, y que hubiera visto en películas, como un traje rosa chicle que le hubiera visto a De Niro.
Culturamas: ¿Sentiste responsabilidad por el hecho de que tu personaje se inspirara en una persona real que todavía está viva?
Miguel Ángel Silvestre: Sí sentí cierta responsabilidad, pero se da la circunstancia de que de la persona que inspiró mi personaje ha desaparecido, es el único del que no se sabe nada. Y conociéndolo, estoy seguro de ahora estará en una playa en Jamaica o algo así. Sí es verdad que se enamoró de una crupier y se fue con ella, y bueno… yo intenté vivir el personaje con verdad.

Miguel Ángel Silvestre se ríe, socarrón. El personaje de la crupier es interpretado en la película por Blanca Fernández, novia en la vida real de Silvestre, del que se enamoró durante el rodaje.

Eduard Cortés: Te metiste a fondo en el personaje…
Por último, nos dan sus impresiones sobre el film:
Eduard Cortés: Estoy muy contento de haber hecho una película optimista en estos tiempos, y de haber apostado conscientemente por transmitir una ingenuidad feliz.
Miguel Ángel Silvestre: Tiene mucho subidón, y además, en la realidad, los que saqueaban los casinos eran españoles, que es algo nunca visto.

Y también nos dieron, de manera breve, su opinión sobre los recortes que está sufirendo el cine español. Ambos coinciden en que cualquier país debe proteger su cinematografía. “Habrá pocas películas, pero las que haya, serán buenas”, asegura Silvestre. El director se muestra optimista: “El cine español se adaptará a los tiempos, como siempre ha hecho. Para mí, la mejor época del cine español es la posguerra, donde estaban Berlanga, Bardem, Buñuel… que no creo que por entonces pudieran permitirse grandes lujos.

Acabamos la entrevista hablando de la posible sombra que le pueda hacer en taquilla Los Vengadores, la película que reúne a todos los superhéroes de la factoría Marvel. El director tuerce el gesto. “Dicen que no es el mismo target”, dice Silvestre, que se va al reencuentro con su novia, Blanca Fernández, que acaba de terminar una entrevista. La crupier espera a su jugador. 


sábado, 28 de abril de 2012

LAS NIEVES DEL KILIMANJARO (La dignidad del perdedor)



Título original: Les neiges du Kilimandjaro. 
Dirección: Robert Guédiguian. 
Año: 2011.
Duración: 107 min. 
Interpretación: Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin, Gérard Meylan, Marilyne Canto, Grégoire Leprince-Ringuet.
Guion: Robert Guédiguian y Jean-Louis Milesi; basado en un poema de Victor Hugo. 

Sinopsis: A pesar de haberse quedado sin trabajo, Michel es feliz con Marie-Claire. Hace 30 años que se aman. Se enorgullecen de sus luchas políticas y sindicales. Sus conciencias son tan transparentes como sus miradas. Pero su felicidad se hará pedazos cuando dos hombres armados y enmascarados les agreden y les roban en su casa.

  Decía esta misma semana a propósito de la película "Kiseki"
Bellamente rodada, el mayor logro de la cinta es que, en su aparente sencillez, uno siente ver la vida pasar. La vida de verdad, tan grandiosa e insignificante en su cotidianeidad que, de tan conocida, uno no se para a pensar en su belleza. Esta película nos hace parar y pensar. Para ello se vale de una observación minuciosa de los pequeños detalles y en dejar que las escenas fluyan con su propio ritmo. 
 Esto mismo, palabra por palabra, define también la esencia de esta maravillosa película francesa, por muy diferente que sea de la japonesa. Los detalles en este film no son típicos de la sociedad nipona, sino esas pequeñas glorias cotidianas del mediterráneo marsellés en el que se ambienta: comidas familiares al sol, barbacoas, baños en la playa, sardinas fritas, o una copita de licor en una terraza. 

  El título no se refiere al relato de Hemingway que dio título a uno de sus más conocidos volúmenes de cuentos (ni es por supuesto, una nueva adaptación cinematográfica de este libro), sino que se basa más directamente en la canción que sobre este cuento hizo Pascal Danel. Al contrario, el argumento está libremente inspirado en el poema de Víctor Hugo Les Pauvres Gens (La gente pobre), y como una versión de éste, relata las vicisitudes de un matrimonio feliz y proletario que debe enfrentarse a la prejubilación forzosa del marido, obligados a reconsiderar ante la crisis actual en qué quedaron sus ideales socialistas, qué han perdido en el camino hacia la comodidad y la pequeña burguesía.


  Magníficamente interpretada por los impresionantes actores habituales del cine de Guédiguian (Ascaride, Darroussin, Meylan),la cinta propone, con un realismo casi documental, una reflexión sobre el comportamiento humano enfrentado a las crisis sociales y económicas y cómo éstas se acaban convirtiendo en crisis de valores; elevándose como un llamamiento a la solidaridad en tiempos difíciles.

  Hay una dignidad que el vencedor no puede alcanzar, decía una frase de Borges que Mario Benedetti recoge en su maravilloso poema "Somos la catástrofe", sobre la importancia de no dejarse humillar por las revoluciones perdidas, de mantener la cabeza alta en la derrota. Esa misma cabeza alta que propugna este film imprescindible: la dignidad de saberse derrotado, pero no creerse humillado


viernes, 27 de abril de 2012

LA MALDICIÓN DE ROOKFORD (Una de fantasmas)



Título original: The awakening. AKA: El despertar. 
Dirección: Nick Murphy. 
Año: 2011. 
Duración:107 min. 
Interpretación: Rebecca Hall  (Florence Cathcart), Dominic West (Robert Mallory), Imelda Staunton (Maud Hill), Isaac Hempstead-Wright (Tom), Lucy Cohu (Constance), Diana Kent (Harriet), Richard Durden (Alexander Cathcart), John Shrapnel (reverendo Hugh). Guion: Nick Murphy y Stephen Volk. 

 Sinopsis: Atormentada por la muerte de su prometido, Florence Cathcart (Rebecca Hall) dedica sus energías a desmontar presuntos fenómenos sobrenaturales sirviéndose de sistemas metódicos y racionales. Cuando uno de los maestros del internado de Rookford, Robert Mallory (Dominic West), le pide en nombre de la institución que visite el centro para investigar las supuestas apariciones del fantasma de un niño, ella acepta el reto. Una vez allí, Florence vive un escalofriante encuentro que desafía toda explicación racional. Asustada y confundida, está dispuesta a llegar al fondo de la cuestión y plantar cara a sus demonios.

  Vi esta película en un pase hace bastantes meses, en enero (cuando llevaba por título "El despertar", traducción literal del original, yestaba previsto que se estrenara el 3 de febrero) y debo confesar que no recuerdo mucho de ella. Como me precio de tener buena memoria, debo pensar que la culpa no es mía sino de la película. Conclusión: no es éste un film que perdure en la mente del espectador. Aunque, para ser justos, tampoco se desvanece del todo, algunas escenas e interpretaciones sí que logro rescatar del olvido.


  Recuerdo que me recordó a "Los otros" y "El orfanato". Por lo tanto, deduzco que no es una película muy original, su planteamiento es el típico de las películas del género de casas encantadas. Recuerdo, eso sí, que me llevé un par de buenos sustos, así que, original o no, es efectiva en su propósito de asustar. Recuerdo que tenía un final pretendidamente impactante (como toda película de género) que, sin ser esperado, tampoco fue sorprendente. También recuerdo una atmosférica fotografía y una impecable ambientación y dirección artística, eso en lo que los británicos son expertos e incapaces de hacer mal.


  Recuerdo, y mucho, a los actores: Rebecca Hall está impecable en su papel de investigadora racionalista enfrentada a sus creencias. Su progresivo desvarío mental lleva hasta las puertas de la locura a su personaje y lo dota de una fuerza dramática que  la emparenta con la Nicole Kidman de la película de Amenábar. Dominic West (más conocido por la serie "The Wire") encarna con solvencia a su personaje atormentado y duro y la gran Imelda Staunton borda su papel secundario pero crucial, entre lo inquietante y lo entrañable. 


  Compruebo que recuerdo más cosas de las que pensaba. Recuerdo que me entretuvo bastante y que, al salir del cine, pensé que era una película más que digna en sus resultados e intenciones. Pero el hecho de que apenas recuerde escenas que debieron asustarme y que su desenlace, aunque sabido, sea una nebulosa, me hace temer que podría haber sido una gran película de fantasmas y no sólo una buena película de fantasmas.

  


martes, 24 de abril de 2012

KISEKI (La vida como milagro)




Dirección: Hirokazu Kore-Eda
Año: 2011
Duración: 126 min.
Interpretación: Koki Maeda (Koichi Osako), Ohshiro Maeda (Ryunosuke Kinami), Kirin Kiki (Hideo Osako), Kiara Uchida (Megumi), Seinosuke Nagayoshi (Makoto), Ryoga Hayashi (Tasuku).
Guión: Hirokazu Kore-Eda

Sinopsis: El día que se inaugure la nueva línea Kyushu, el tren de alta velocidad Tsubame irá hacia el Sur desde Hakata, y el Sakura irá hacia el Norte desde Kagoshima. Dicen que basta con estar ahí en el momento en que los dos trenes se crucen para que un deseo se haga realidad. Koichi y su hermano Ryu viven separados desde que sus padres se han divorciado. Los dos hermanos traman un plan para que se produzca un milagro.
  
  Una de las obras maestras del gran director japonés Yasujiro Ozu es “Cuentos de Tokio”, una película delicadamente costumbrista en la que una pareja de ancianos viaja a la capital para visitar a su hijo. Y ya, poco más sucede en las dos horas y media de película. Poco más, y poco menos. La película que nos ocupa, “Kiseki” (que significa “milagro”) se configura como heredera directa de ese film, como su relevo generacional, en la que sus protagonistas no son una pareja de ancianos, sino sus “nietos”, unos niños que en su empeño por superar sus miedos y problemas cotidianos, emprenden una pequeña gran aventura que les hará madurar. Es entonces cuando Ozu se encuentra con el Rob Reiner de la imprescindible “Cuenta conmigo”.  

 
  Bellamente rodada, el mayor logro de la cinta es que, en su aparente sencillez, uno siente ver la vida pasar. La vida de verdad, tan grandiosa e insignificante en su cotidianeidad que, de tan conocida, uno no se para a pensar en su belleza. Esta película nos hace parar y pensar. Para ello se vale de una observación minuciosa de los pequeños detalles, y en dejar que las escenas fluyan con su propio ritmo, con esa parsimoniosa cadencia, tan oriental, que choca con la concepción del tiempo occidental (se dice que el origen del particular y pausado tempo narrativo japonés viene del teatro kabuki, y de sus “benshi” célebres comentadores de la época del cine mudo, que narraban toda la película y doblaban todas las voces y, por lo tanto, necesitaban de planos más largos para poder hablar). Aun así, la trama se vale de esta particular percepción del tiempo para no arrancar hasta bien pasada la mitad del metraje, inflando así un argumento mínimo al que le sobra por lo menos media hora.

Sin embargo, nos olvidamos de ello en cuanto la peripecia de los niños cobra finalmente forma de una forma casi documental en las actuaciones de los niños actores (los adultos son, en su mayoría, meras comparsas). El excepcional verismo del film se debe sobre todo a ellos, tan reales en sus interpretaciones que uno siente que las viven realmente, que no actúan, que son ellos. Para ello, Kore-Eda (posiblemente el director japonés más prestigiado del cine actual) no les entregó nunca el guión, explicándoles sus escenas y dejándoles hacer en la improvisación. Los dos hermanos protagonistas (los Maeda, cómicos profesionales y también hermanos), están perfectamente compenetrados y diferentes en sus actuaciones: más comedido el mayor frente al pequeño, más gracioso, pero igualmente profundos y encantadores. Son una muestra del buen hacer del realizador a la hora de dirigir a actores infantiles, como ya hizo en “Nadie sabe”, que le valió a Yuya Yagira el convertirse, con 14 años, en el más joven en ganar la palma a mejor actor en Cannes en 2004.

   Un film que recoge la esencia de la infancia, tan intensa e intangible en su inocencia esperanzada y doliente cuando se acerca el momento de su pérdida. Quizá ése sea el mayor milagro: crecer con los golpes de la vida sin dejar de sentir como un niño. 

miércoles, 11 de abril de 2012

Yo me acuerdo de esa escena de... Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989)

  Vale, está más vista que el tebeo. Pero había que ponerla. El orgasmo más famoso de la historia del cine, hasta del porno. Meg Ryan entró en los anales (no pun intended)de la Historia del cine con esta escena al tiempo que dinamitaba su posterior carrera cinematográfica. Sí, tardó varios años en decaer y siguió haciendo comedias románticas del mismo corte (aunque ninguna tan buena como ésta) pero todos lo sabíamos: esto es muy difícil de superar.

  De paso, no sólo formó parte de toda antología de grandes escenas del cine, también inoculó el miedo y la sombra de la duda en todo hombre sobre la faz de la Tierra. Puede que ahora no la contrate nadie y que la cirugía estética le haya jugado una mala pasada a su cara, pero Meg Ryan se tomó su venganza por adelantado.

 Como curiosidad, la mujer mayor que aparece al final de la escena haciéndole un pedido al camarero es la madre del director.

martes, 3 de abril de 2012

LA FRÍA LUZ DEL DÍA (La han liao parda)



Título original: The cold light of day. 
Dirección:Mabrouk El Mechri
Año: 2012. 
Duración: 93 min. 
Interpretación: Henry Cavill (Will), Sigourney Weaver (Carrack), Bruce Willis (Martin), Verónica Echegui (Lucía), Jim Piddock, Caroline Goodall, Rafi Gavron, Emma Hamilton. 
Guion: Scott Wiper y John Petro. 


  “La fría luz del día”  (nunca sabremos el porqué de este título, que nada tiene que ver con la trama) nos cuenta la historia de Will Shaw, un joven norteamericano cuya familia es secuestrada cuando se encuentran en plenas vacaciones por España. Shaw dispone de pocas horas para encontrarlos, poner al descubierto una conspiración del gobierno y además encontrar la conexión existente entre la desaparición de su familia y los secretos de su padre.

  Es decir, película de acción entretenida y olvidable como se han hecho miles. Con Bruce Willis haciendo lo que mejor sabe hacer, y un protagonista guapo y mínimamente expresivo. De entre el elenco actoral, la única que destaca es Sigourney Weaver: perversa y fría, dota de personalidad a su personaje sin olvidar que a fin de cuentas se trata de una película de acción. Efectiva en su ejecución sin pretensiones, es la película ideal para una tarde de domingo sin nada mejor que hacer y en que no nos sintamos muy exigentes o para verla en casa con los amigotes mientras se comentan entre carcajadas las diferentes escenas que tienen lugar en Madrid.


  Porque el mayor aliciente para el público español (y más concretamente que conozca Madrid) es que la película se desarrolla casi en su totalidad en la capital. Resulta curioso, pues, contemplar cómo una trama de corrupción política y terrorismo islámico que tan habituados estamos a ver en las calles de Manhattan, tenga como escenarios la estación de metro de PitisEl Rastro, y un largo etcétera de lugares. Esto da pie a situaciones que nunca imaginaríamos, como que Bruce Willis y Sigourney Weaver se reúnan en la Plaza Ramón y Cajal, frente a la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, por ejemplo.


  Sin duda, este tipo de cosas dotan a la película de un encanto mundano, cañí, tan sólo apreciable por los españoles, que se reirán de lo lindo con la imaginativa disposición de las calles que se muestra en la película. El protagonista corre tan rápido que, de un segundo a otro, pasa de la Plaza Mayor al Jardín Botánico (imposible: se tardan 19 minutos a pie, según Google Maps); los protagonistas se bajan en la estación de Puerta del Sol, convertida en la estación de Atocha, pero la salida a la calle sí es en dicha plaza. Si fueran Nueva York o Kuala Lumpur, ni nos enteraríamos, por supuesto, pero da la casualidad que es Madrid, y nos damos cuenta.


  Se podrá decir que esto el cine lo ha hecho siempre, que en el cine todo es mentira. Y es verdad, pero es inevitable no reírse con semejantes incoherencias. Como imposible es no reírse al ver que uno de los escenarios claves del film es la discoteca FABRIK (cuyo dueño es un esperpéntico Óscar Jaenada), lugar en el que una gogó,  obligada a hacer una operación de urgencia, espeta: "¡Me la vas a liar parda!" (sic). Quizá por eso el protagonista se pase el resto de la película con una sospechosa camiseta de dicho local (no, no es coña).  

  Todos estos elementos convierten a esta rutinaria y previsible película de acción en una comedia inesperada; destinada a ser un clásico inmediato del cachondeo patrio, casi al mismo nivel que la Valencia llena de sudamericanos en ciclomotor a ritmo de flamenco de "The Unit"Mac Gyver y su particular visión de los vascos.