sábado, 31 de diciembre de 2011

Yo me acuerdo de... Marisa Naranjo y las campanadas de 1989

 Parece que debe felicitarse el año y esas cosas que hace la gente normal

  Qué mejor, entonces, que recordar otro fin de año como fue el impresionante fallo de la presentadora Marisa Naranjo al presentar las campanadas que habrían de dar paso al año 1990. En una época en la que todavía no existían las cadenas privadas y sólo existían La 1 y La 2 de Televisión Española, toda España vio estas campanadas y toda España se quedó sin comer las llamadas "uvas de la suerte" (que de suerte no traen nada) porque, según la presentadora, la retransmisión estuvo mal organizada por el equipo de Televisión Española, sin acceso a un balcón desde el que poder ver el reloj ni oírlo. Notarán ustedes que el sonido es totalmente diferente, los cuartos a las campanadas, dice, cuando todos los españoles estaban en sus casas viendo (y escuchando) cómo las campanadas sonaban. 

  La tensión se puede sentir en la voz de la presentadora cuando se da cuenta de que las campanadas ya han pasado. En años sucesivos muchos presentadores se han equivocado, algunos de los cuales con la sospecha de que lo hicieron a propósito (véase Carmen Sevilla, de quien ya nadie cree que sea tan olvidadiza si no es actuando, y que felicitó 1964 en lugar de 1994, entre otras lindezas de la retransmisión)y otros como Irma Soriano, a quien nadie hizo caso. 

  Pero el día 1 de enero de 1990 media España quería linchar a Marisa Naranjo y la otra media recoger los despojos y quemarlos. La presentadora pidió disculpas, pero eso no impidió que su carrera cayera en picado y nunca remontara.

  A pesar de todo, demuestra tener mucho sentido del humor para reírse de sí misma cuando se ofreció a presentar ayer las pre-campanadas de la cadena Neox y con el falso documental paródico que la misma cadena le dedicó a ella y a sus malogrados quince minutos de fama (y que a tenor de los comentarios, muchos parecen tomarlo en serio). Dicho programa "Feliz Año Neox", fue menos gracioso de lo que sus responsables hubieran querido, casi parecía un anuncio alargado de una empresa de telefonía móvil. El único aliciente era ver a la en tiempos todopoderosa presentadora volver al lugar de su desgracia y su ejercicio de exorcismo.

  Como ya he dicho, no creo en la uvas de la suerte, cuya falibilidad he comprobado en numerosas ocasiones. Si debo creer en alguna de las supersticiones relativas a la Nochevieja, es la que dice que así como se pasen los últimos instantes del año que se va, así será el año que entra. Este convencimiento viene de la Nochevieja del año pasado en que volví a oír esta máxima y poco después, en una plaza de un minúsculo pueblo mexicano, una paloma me cagó encima, y me pasé el minuto previo a las doce campanadas quitándome la mancha. Y debe de ser verdad esto, porque gran parte de este año lo he pasado en la mierda.
  
  Ciertamente, no voy a hacer nada especial para celebrarlo ni pienso en mis propósitos de año nuevo. Sucesivas decepciones me han hecho ver que los años vienen como les da la gana. El truco está en encararlos vengan como vengan, con sus cosas buenas, su cosas maravillosas, sus cosas malas y sus cosas horrorosas. Es más fácil decirlo que hacerlo. Lo de encarar, digo, y bueno, todo en general. No voy a echar de menos este año, pero es indudable que ha sido uno de los más intensos y más importantes de mi vida, de los que provocan cambios de rumbo, si es que hay rumbo.

  Aun así, feliz año nuevo, por mor de las buenas maneras y porque desear la felicidad no cuesta nada. Hasta mañana.  




P.S.: Y si su año ha sido malo, háganle un corte de mangas justo después de beberse el cava. Mi madre lo hizo para despedir el 2005.

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