lunes, 28 de noviembre de 2011

Esos cielos

Ágora


Dirección: Alejandro Amenábar.
Duración: 126 min.
Interpretación: Rachel Weisz (Hipatia), Max Minghella (Davo), Oscar Isaac (Orestes), Ashaf Barhom (Amonio), Michael Lonsdale (Teón).

  Decía  Rachel Weisz en una entrevista que lo que más le gustaba de Ágora -película que en una semana se ha convertido en la cinta más taquillera del cine español, en contra del deseo de unos cuantos, que esperaban que Amenábar se la pegara- eran los cielos estrellados, puesto que ella tenía que mirar a un chroma, una pantalla verde, donde luego serían insertados digitalmente para convertirse así en objeto de las divagaciones siderales de la astrónoma Hipatia, personaje olvidado de la Historia, que Alejandro Amenábar ha recuperado para el gran público en una loable película de cuidadas imágenes, como esos cielos.
Alejandría. Siglo IV d.C. Los cristianos mantienen una lucha de poder con los judíos y los paganos por la supremacía religiosa al tiempo que la filósofa, científica y astrónoma Hipatia, atea, lucha por preservar el raciocinio y la cultura que guardan los manuscritos de la famosa biblioteca, donde imparte clases a los que serán los futuros dirigentes de la sociedad occidental, lo cual la convierte en una figura de gran poder intelectual, cosa con la que no están conformes los cristianos.

  Es un “halago” recurrente decir que una película española no lo parece, y ésta es la película menos española de Amenábar, que ya está acostumbrado a recibir estos “elogios”. El diseño de producción es espectacular, con unos grandísimos (en calidad y dimensiones) decorados, un vestuario creíble y una puesta en escena muy trabajada. Técnicamente es impecable y apabullante, con modélicos planos de masas y elaborados encuadre y fotografía. Tanto empeño y dedicación ha puesto en la elaboración de las imágenes que abusa de algunas de ellas, como los planos que muestran la Tierra desde el espacio. Y es que se aprecia claramente que Amenábar se ha esmerado más en la labor técnica que en otros aspectos más “emocionales”. Pues el principal defecto de la película es su frialdad: parece un estudiado ensayo histórico cinematográfico rebosante de racionalidad -como la heroína protagonista, que de tan estoica y desapasionada causa casi indiferencia-, que no logra crear el suspense de otras películas del director como “Tesis”, ni la hondura emocional de “Mar adentro”, salvo en los momentos finales del film.  Los actores están todos correctos y, por encima de ellos, sobresale Rachel Weisz, aunque su personaje no sea muy empático y cuya principal motivación y logro del film sea el descubrimiento del heliocentrismo, aspecto más que discutible por anacrónico, pero que gracias a la ausencia de datos y escritos sobre la filósofa permite que se elucubre libremente sobre sus supuestos hallazgos, imposibles de certificar.

  Se trata, a pesar de esta “frialdad” que hace que sea vista con cierto distanciamiento, de una buena película, diferente del cine que se hace en este país, que constituye un entretenimiento inteligente y hasta cierto punto exigente, pero que no se hace pesada. Una película que, dada su espectacularidad, merece ser vista en una sala de cine.


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